1814.-La demagogia de las llamadas Cortes de Cádiz, con su extranjerizada Constitución de 1812, que era una traducción de la francesa de 1791, ajena  por completo a los sentimientos, realidades, usos y sensibilidad de los españoles, produce la reacción de 1814. Y Fernando VII establece su dictadura. Es muy importante aclarar esto. En 1814, Fernando VII no restaura el régimen y Constitución tradicional de España, ya bastante vulnerada por los Borbones del siglo XVIII, sino que implanta su dictadura personal, que es la primera de nuestras dictaduras políticas modernas.

1820.-El fracaso fracaso rotundo de la dictadura fernandina, alienta la sublevación de unos militares que prefieren encender una guerra civil en la península a ir a sofocar la rebelión de América. Y  vuelve a implantarse el demoliberalismo con la Constitución de 1812.

1823.-Tres años de caos interior y la pérdida casi consumada del Imperio ultramarino, provocan una disconformidad con el régimen constitucional. España hierve de odios, de luchas, de atentados. Es la España de la canción ¡Trágala, perro!, que los liberales dirigen a los realistas; y claro está, los «perros» se revuelven y muerden. Todo ello produce la vergüenza de una intervención extranjera encomendada al Ejército de Su Majestad Cristianísima Luis XVIII. Y, cosa muy significativa, los franceses que en 1808 fueron combatidos a sangre y fuego cuando venían a derribar el viejo sistema político español, son recibidos como amigos y aliados escoltados por miles y miles de españoles, realizan su paseo hasta Cádiz. Parece que los españoles no ven en ellos a los agentes de la revolución francesa, sino los «cien mil hijos de San Luis», y por tanto, nietos de la española Blanca de Castilla.

1824.-Fernando VII restablece su dictadura. Pero su gobierno resulta pésimo y odioso a lo largo de los diez años llamados «la década ominosa». A los crímenes de los liberales (Escandón, Roces Lamuño, asesinatos masivos en Cataluña, Obispo de Vich bárbaramente inmolado por el coronel mercenario Rotten al servicio de los liberales, la Comeford, etc.), corresponden los crímenes fernandinos (Miyar, asesinatos de Málaga, la Pineda, etc.).

1834.-Muerto el Rey se vuelve al liberalismo, templado en los comienzos, con el Estatuto o Constitución del 34. Pero la revolución está en marcha y se inicia con los horribles asesinatos de frailes. Se hace una nueva Constitución , más izquierdista, en 1837. Entre tanto, la nación arde en una terrible guerra civil (1833-1840). Ha surgido un nuevo partido: el carlista o tradicionalista. Los carlistas no quieren ni una dictadura como las fernandinas ni un régimen extranjerizado como el demoliberal, sino la vuelta al estado de derecho español, a un régimen nacional, con unidad católica, fueros regionales, Cortes representativas y leyes que garanticen las libertades efectivas de los españoles y no una demagogia falaz sobre un concepto teórico y vago de la Libertad al estilo de la Revolución francesa. Y garantías legales, también efectivas y no teóricas, como las tradicionales del «Juicio de residencia» para los funcionarios y del «Mandato imperativo» para los Procuradores en las Cortes.

Pero el movimiento popular español que representa el carlismo, que es capaz de movilizar grandes muchedumbres de voluntarios armados, acaba siendo vencido por una intervención extranjera. Francia, Inglaterra y Portugal se unen contra la España tradicional y conceden empréstitos y mandan escuadras por mar y legiones por tierra. La omnipotente burguesía inglesa apoya decididamente a la burguesía librecambista española que le ofrece aquí mercados, aunque con ello impida el desarrollo industrial español. La desamortización de 1836, se incauta de bienes que estaban al servicio popular y que sostenían Universidades, escuelas, hospitales, etc., y los convierte en patrimonio de una burguesía sin iniciativas que explota al pueblo hasta sus últimas consecuencias. Este aspecto social contribuye a mantener viva la reacción popular carlista; años después vendrían el anarquismo y el marxismo.

1844.-Los excesos de los progresistas al servicio de Inglaterra y su librecambismo (bombardeo de Barcelona por Espartero, etc.) dan pie a una reacción de los moderados, y con ella la disimulada dictadura «izquierdista» (progresista) de Espartero es sustituída por la también disimulada dictadura «derechista» (moderada) de Narváez, que viene a servir a los terratenientes y en general a los ricos e implanta la Constitución de 1845. Es decir, que en treinta y siete años (de 1808, Bayona – 1845) van cinco constituciones. Pocos años y demasiadas constituciones. En 1852, Bravo Murillo redacta y pone sobre el tapete una Constitución ultraconservadora que queda nonata.

1854.-El decenio moderado llega a su ruina con el gobierno de Sartorius (Conde de San Luis y sus «polacos»). Una sublevación militar capitaneada por O’Donnell a las puertas de Madrid, lo derriba. Los sublevados son generales moderados pero, por una carambola llamada «Manifiesto de Manzanares», obra de Cánovas, el futuro gran conservador, traen a Espartero y sus progresistas. La revolución madrileña del 54 es una ridícula parodia de la parisina del 48. El nuevo régimen redacta otra Constitución de 1856 (y van siete). Se hace otra desamortización, la de Madoz, que arruina a muchos Ayuntamientos y daña especialmente a la instrucción pública. Estallan motines, principalmente en Castilla. Al fin, el régimen progresista cae a tiros en 1856, antes de sancionar su Constitución. El general O’Donnell gobierna con su Unión Liberal, en una especie de remedo del segundo imperio francés. Y se restaura la Constitución del 45, a la que se añaden nuevos artículos, lo que equivale a otra Constitución. La situación pasa de O’Donnell a Narváez. O’Donnell y Narváez mueren casi a un tiempo (1867 y 1868). El régimen isabelino queda así privado de sus principales espadones. Y tras un breve intento de régimen civil de González Bravo, la reacción de los generales, unidos a los partidos progresista y demócrata, produce la revolución de 1868.

1868.-El régimen isabelino es derrocado. Hay un gobierno provisional de clara tendencia centrista, cuyos espadones representativos son Prim y Serrano. Se trae una Monarquía democrática y extranjera en virtud de la Constitución de 1869, la del italiano Amadeo,más conocido entonces entre el pueblo por «Macarroni I», la cual constituye un fracaso clamoroso. Nadie la quiere ni la apoya. De la totalidad de los españoles, unos son carlistas, otros republicanos de diversas y opuestas tendencias, otros anarquistas y aliancistas, otros isabelinos-alfonsinos. Amadeo teme terminar como el Maximiliano de México, abdica, y tras aquella caricatura de Monarquía democrática, viene la República y con ella el más desconcertante e increíble de los caos. Llega a haber en España tres guerras civiles a un tiempo: la carlista, la cantonal y la de Cuba. Es el tremendo año de 1873. Sobre él, el republicano Galdós escribe: «En el verano del 73, cuando la península, ardiendo por los cuatro costados era una inmensa pira a la cual cada español había llevado su tea y el Gobierno soplaba. Tal caos no podía subsistir. Durante él se escribe una Constitución federal que parte a España en girones, la de 1873, que no hay tiempo a implantar. Tras once meses de continuo fracaso, la República parlamentaria es sustituída, con el golpe de Pavía, por una República más moderada de dirección militar, que se prolonga un año, hasta que otros militares, Martínez Campos y Dabán, proclaman la restauración del joven Alfonso, un hijo de Isabel II, al que los republicanos y carlistas llamaban maliciosamente el «Puigmoltejo».

-1876.-Sobre una nación agotada y decepcionada, Cánovas, tal vez el político más cínico y funesto de España, se apoya en la aristocracia terrateniente isabelina, en los banqueros y empresarios y en una parte de la clase media cansada de conflictos. Se impone otra nueva Constitución en 1876, que hace la décima en sesenta y ocho años. Y se perfecciona en todas partes un descarado y oprobioso tinglado caciquil, que va de la Presidencia del Consejo de Ministros al último monterilla rural, manipulado todo por medio. de un sufragio restringido y a última hora universal que, al final de cuentas, pone el Gobierno y los intereses de la nación en manos de unos grupos de propietarios, banqueros, abogados, oradores y periodistas al servicio de aquéllos. La administración pública es pura corruptela ineficaz, y el progreso científico, industrial y económico prácticamente nulo. Unicamente se desarrollan con brillantez algunas ramas de la literatura y la pintura. Un embajador extraordinario del Imperio alemán que nos visita en 1885 para asistir a los funerales de Alfonso XII, el Príncipe Clodoveo Hohenlohe, escribe: «Dijérase [en el régimen español entonces vigente] que todo se reduce a satisfacer a los cien mil españoles de las clases distinguidas, proporcionarles destinos y hacerles ganar dinero. El pueblo parece indiferente. Esto prueba que el Gobierno actual tiene las elecciones en sus manos y aún se cuida de que sean elegidos algunos miembros de la oposición. Todo ello constituye un sistema de explotación de lo más abyecto … «.

J.E Casariego, del libro inédito Las grandes razones históricas del Tradicionalismo español. Tomado de J. E Casariego BIOGRAFIA ANTOLOGICA Y CRITICA DE SU OBRA

                                 

3 comentarios

  1. El juicio sobre la etapa de 1814-1820 de Fernando VII, se puede matizar y discutir con los estudios de Suárez Verdaguer y Alexandra Wilhelmsen, que observan una cierta renovación tradicional…Se deshace la obra de Cádiz,y se reforma las instituciones en sentido tradicional: Consejo de Indias, Consejo de Estado recuperan competencias. El Decreto de Valencia es la aplicación del manifiesto de los Persas. Es el periodo que viene tras el trienio liberal el que es desastroso y problemático.

  2. Las desamortización fue una verdadera «compra de conciencias» ,como la definiera Menéndez Pelayo, mediante la cual el nuevo sistema liberal y la monarquía usurpadora ilegítima consiguió una clase social adicta, pues debía su riqueza al robo de las tierras y propiedades comunales y de la Iglesia. Esa clase fue el soporte del Partido Moderado. La desamortización condujo a un desastre cultural inmenso y fue causa del problema social y rural, origen remoto de la «España vaciada» al dejar a los municipios sin recursos propios. Camino de la proletarización de grandes masas y destrucción de comunidades tradicionales. Así es el liberalismo y ese ha sido su actuar en la historia de España.

  3. «Gobernados tiránicamente, en virtud y a nombre de la Constitución, y espiados traidoramente hasta en sus mismos aposentos, ni les era posible reclamar el orden ni la justicia, ni podían tampoco conformarse con leyes establecidas por la cobardía y traición, sostenidas por la violencia, y productoras del desorden más espantoso, de la anarquía más desoladora y de la indigencia universal. El voto general clamó por todas parte contra la tiránica Constitución; clamó por la cesación de un código nulo en su origen, ilegal en su formación, injusto en su contenido; clamó finalmente por el sostenimiento de la Santa Religión de sus mayores, por la restitución de sus leyes fundamentales, y por la conservación de mis legítimos derechos, que heredé de mis antepasados, que con la prevenida solemnidad habían jurado mis vasallos». —Fernando VII (14 de octubre de 1823).

    Chapó aquí el Rey.

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