María Rosa Urraca Pastor (Madrid, 1 de enero de 1900 – Barcelona, 19 de marzo de 1984) dirigente carlista española, famosa por sus artículos de prensa, por su brillante oratoria, por su labor social, a través de la organización femenina carlista conocida como Las Margaritas y por su activismo en favor del tradicionalismo.                                                                                                                                                                                                                                    EL ESPÍRITU CRISTIANO EN LA CUESTIÓN SOCIAL

Todavía, aunque parezca absurdo, se mantiene en pie el anatema y la censura por parte de algunos católicos contra los que, siéndolo también y acaso precisamente por serlo e interpretando el verdadero espíritu social de Cristo, toman la defensa de los intereses del pueblo y se colocan en un plano eminentemente demócrata.

Y vengo a hablarles  hoy de este tema lectora o lector, a cuenta de una discusión sostenida en estos últimos meses en las columnas de revistas y periódicos católicos, entre elementos de gran significación  en la Acción Social Española, y en la cual, a mi juicio, no se debaten las personas, sino las doctrinas.

Ha sido el origen de esta discusión ciertas palabras, pronunciadas por don Severino Aznar, presidente del Grupo de la Democracia Cristiana, acerca de “La Abolición del Salario”. El mencionado ilustre publicista, al estudiar los remedios que se ofrecen para terminar con la lucha de clases, se ha pronunciado en favor de la desaparición del proletariado mediante una intervención del Estado, a fin de que todos sean propietarios.

Los acusadores del señor Aznar dicen que ha dejado en lugar secundario la solución cristiana: sustituir el odio por el amor; que patronos y obreros se traten como hermanos y se hagan justicia, es decir, que se hagan cristianos y prosigan su vida en armonía con la fe.

Sin duda, esta es la gran solución, la “única” solución: “todo por el amor de Cristo; unos para otros, Dios sobre todos”. Sublime y hermosísimo lema que debe presidir las relaciones sociales entre los hombres. Hacia el tenemos que encaminar nuestros pasos, con el fuego de apostolado, todos los que nos preocupamos por llevar a Jesús las almas que El redimió…

Pero, entre tanto, mientras que por el reinado absoluto de Cristo la tierra se convierte en dichosa morada, antesala del cielo, pues esto sería cuando todo se hiciera sin el imperativo de la justicia, solo por el sentimiento del amor, mientras llegamos a cristianizarlo todo y hasta el día en que patronos y obreros sean “todos” verdaderos cristianos y en ese espíritu se traten, ¿no habremos de buscar remedios, no soluciones, inmediatos para esta triste lucha que llamamos la cuestión social?

Para imponer el cumplimiento de los deberes naturales y divinos se ha inventado eso que llaman la ley, que promulgada por los hombres, forma el Derecho positivo, mudable, relativo y sujeto a errores y aun a maldades, como todo lo que del criterio humano depende. Pues bien; utilizando la fuerza de las leyes podemos los cristianos obligar a los que no lo son a practicar la justicia y aun el amor, sujetando a sanción todos los actos que vayan en contra del verdadero espíritu social de Cristo.

Tiene razón el señor Aznar; para terminar con la “lucha de clases” habría que modificar el sistema liberal de la propiedad, para que, respondiendo a su origen natural y divino, todos los hombres pudieran hacer uso de la facultad que tienen de ser propietarios.  A pesar de los años trascurridos, sigue en pie la afirmación del Obispo de Maguncia: “la cuestión social es una cuestión de subsistencia”. Al obrero que pide pan, hay que darle a la vez: una sana doctrina para su inteligencia, justicia y caridad para su corazón, trabajo para sus brazos y alimento para su estómago. Y no hay que olvidarse nunca, sobre todo cuando la fortuna y el dinero te pongan, lector, al abrigo de positivas y no siempre morales ventajas sociales, que la resignación cristiana, hermosísima virtud, en lo que se refiere a conllevar la pobreza y la miseria, es mucho más fácil de predicar que de practicar.

 M. ROSA URRACA PASTOR. El Día de Palencia, nº 11.713, 10 de febrero de 1927

4 comentarios

  1. Severino Aznar, nacido el 10 de febrero de 1870 en el pueblo aragonés de Tierga, militante carlista, en 1910 fue candidato carlista por Daroca (Aragón). Aunque, su entrega a los asuntos sociales le apartó de las actividades políticas del carlismo. Su posterior adscripción al Grupo Democracia Cristiana, no tuvo el sentido político que se le invoca actualmente por los partidos políticos surgidos con este nombre después de la Segunda Guerra Mundial, de cariz liberal. Su concepto de ser democristiano provenía de los pioneros del catolicismo social. Para él, el término significaba en aquel momento: “la acción de los católicos encaminada a la difusión teórica y a la incorporación práctica de los principios sociales del catolicismo a las costumbres, a las leyes y a las instituciones procurando la justicia social para todos, y de un modo especial la elevación social, económica y moral de las clases menospreciadas y necesitadas”. En 1919, Severino Aznar, agrupó a diferentes intelectuales, carlistas aragoneses en su mayor parte, que se dedicaron a la difusión del catolicismo social con independencia de siglas políticas. En su libro de 1921 «Abolición del salariado», defiende, con el objeto de eliminar la lucha de clases, que el trabajador se haga propietario para lo que propone el cooperativismo. Tesis fuertemente criticadas desde el integrismo de El Siglo Futuro (todavía no vuelto a la disciplina carlista), que le acuso de ideas «socialistas», así como de sectores derechistas conservadores y liberales. Alejado políticamente del carlismo, participaría en el Partido Social Popular, la Unión Patriótica, y finalmente en las estructuras franquistas.

    1. A mi entender los errores mas graves del Grupo de la Democracia Cristiana de Aznar y del catolicismo social en general, fueron sus posiciones malminoristas (por un errado afán de posibilismo) y su accidentalismo (en la forma de gobierno), aunque fuesen monárquicos en sus convicciones personales…quizás todo ello por influjo vaticano, el viejo mal del clericalismo, y el seguidismo de formas y actitudes foráneas. Quizás todo ello explique las derivas políticas de ese sector. En cuanto a sus pretendidas tendencias «socializantes» me parecen, en cambio, interesantes, aunque yo no las llamaría así. El tema de ampliar la propiedad, esta en la doctrina de León XIII (Rerum Novarum) y me recuerda mucho al distributismo de Chesterton y Belloc. Y el corporativismo, me trae a la memoria al monárquico francés René de La Tour du Pin y al concepto de Monarquía Social. También se encuentra en la doctrina pontificia del Siglo XIX. El error, se encontraría en desligar ese «catolicismo social», del cauce de la Tradición política española y de su combate contra-revolucionario. Como si la cuestión social pudiera resolverse sin la plena Restauración de la tradición política y su legitimidad.

    1. Bueno, a nosotros nos corresponde la «gracia» del combate, la victoria depende siempre de Dios, como decía Donoso Cortes. Nosotros debemos luchar como si todo dependiera de nosotros, sabiendo que todo depende de Dios. “No nos pedirá cuentas de las batallas ganadas, sino de las cicatrices de la lucha” (Leonardo Castellani). Sentado esto, hay que recordar la sentencia de Charles Maurras: «La desesperación en política es una estupidez absoluta», al contrario que en la vida personal. Existe la libertad humana, no hay un determinismo de tipo gnóstico, propio de las ideologías modernas. Son falsos los mitos del «progreso» o del «viento de la historia». Quien podía esperar el hundimiento y colapso del sistema soviético, ¿no esta en franca decadencia el sistema liberal al borde igualmente del colapso: político, económico, demográfico, social y moral; tanto en España como en toda Europa? ¿No es EEUU un coloso con los pies de barro, lleno de contradicciones internas? ¿No estamos a las puertas de un cambio de paradigma político?. No demos por sentada la situación actual ni la «sacralicemos»; no estamos en el «fin de la historia» profetizada por Francis Fukuyama. No hay que perder la virtud de la Esperanza, a nosotros nos cabe luchar en el Orden natural, por una verdadera Restauración, ¿quien sebe los designios de la providencia divina?….en el plano natural a nosotros nos obliga el combate buscando siempre «El Reino de Dios y su justicia». Dios actúa de forma ordinaria por causas segundas, aun sabiendo que la resolución final de la historia sera por una intervención Divina directa, eso no exime el deber de la «caridad política» (expresión de Pio XII), hacia la patria. El contexto político español actual es de un agotamiento y disolución total del régimen constitucional de 1978, lo que abre objetivamente muchas posibilidades. La única solución posible es la Tradición. Con el nihilismo galopante, las propias contradicciones sistemáticas lo llevan a su ruina, lo verdaderamente imposible es la permanencia del régimen imperante actual. El repliegue cobarde de tipo «comunitarista» anti-político, de origen anglo-sajón y raíz liberal; es una tentación anti-católica. Es una rendición en toda regla, ante un mundo que por otra parte esta ya en fase terminal.

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