En 1895, estalla un alzamiento casi· unánime en Cuba, provocado por la incapacidad e inmoralidad administrativa y el incumplimiento de lo que se había acordado en la paz de Zanjón. En la isla no hay soldados suficientes ni recursos militares y la insurrección se extiende y domina en todos los ámbitos rurales, desde Cabo San Antonio a Punta Maisí. El enervante régimen caciquil conservador-liberal-canovista, liberal a secas-sagastino, envía hasta doscientos mil soldados a Cuba, mal instruídos, mal mandados, mal equipados, pésimamente alimentados. Y allí, a lo largo de la campaña, mueren más de cincuenta mil hombres, una minoría de ellos por las balas o machetes de los «mambises» y la inmensa mayoría por enfermedades y fallos de la administración sanitaria. Es una guerra cruel y triste a la que sólo van los pobres, los que no pueden pagar los seis mil reales (1.500 pesetas) de la redención militar en metálico. ¡Tremenda paradoja! Los señoritos se quedan en sus casas. Los que más gozan y hablan de la patria son precisamente los que no van a defenderla; y la guerra, con sus fatigas, enfermedades y muerte, pesa exclusivamente sobre los mozos humildes y desamparados, que ni tan siquiera de sufragio disfrutan. Esto provoca una sorda irritación popular que la prensa del régimen liberal, que es casi el noventa por ciento de la prensa española, disimula entre tópicos patrioteros. Sólo protestan de eso los carlistas y algunos republicanos. Hay que recordar que la República, en dos años que duró su gobierno, no había suprimido ni la redención militar en metálico ni la esclavitud en Cuba: también protestaban los nacientes socialistas y los anarquistas; pero éstos todavía no tienen representación parlamentaria ni casi prensa.    Filipinas, con el ejemplo de Cuba, también se subleva. La guerra es allí menos intensa, pero se comete el crimen inexplicable del asesinato, con formas jurídicas, del médico Rizal.                                                                                                    Así llegamos a la catástrofe de 1898. La rapacidad del imperialismo comercial de los Estados Unidos, aprovecha la ocasión para declararnos la guerra y quedarse con Cuba, Puerto Rico, Filipinas, Carolinas y Marianas. A Cuba le da luego una semilibertad con enmienda Plat, y por las Filipinas nos conceden una indemnización de burla, que sería de risa si no fuera de lágrimas. Pero el liberalismo español traga la humillación … y acepta el dinero.

En el 98, la incapacidad del régimen liberal y la evidencia de sus lacras e ineficacias, queda al descubierto con su más tremendo fracaso. Todo es improvisación, deficiencias, miserias, corruptelas, caciquismo. Nuestro pésimamente organizado Ejército, es incapaz de dominar la rebelión cubana que crece a lo largo de tres años. No tenemos escuadra. No hay acorazados, ni arsenales, ni bases carboneras, ni repuestos en la península, Canarias o las Antillas o Filipinas. Mandamos a Cuba en mayo del 98, cuatro cruceros insuficientemente blindados, y tres destructores que no son en absoluto buques de gran combate y, además, sin carbón con la artillería en malas condiciones y los artilleros sin adiestramiento, con los fondos sucios y la velocidad disminuída; una flotilla ligera y mal acondicionada para que se enfrente con una escuadra de potentes acorazados que impunemente tiran al blanco sobre nuestros débiles buques en Santiago de Cuba, incendiándolos todos y produciéndonos más de mil bajas, sin tener ellos ni una sola. Cientos de mozos españoles sucumben abrasados en el acerado féretro de sus buques para ofrendárselos en holocausto al bárbaro altar del régimen liberal español. Únicamente se salva allí el honor, gracias a la disciplina y el heroísmo con que aquellas tripulaciones salieron impávidamente a morir en cumplimiento de las órdenes del régimen de Madrid, que sacrificaba la escuadra para poder pedir la paz, la paz humillante y ruinosa del Tratado de París que poco después firmará Montero Ríos, uno de los santones más conspicuos del liberalismo español.                                                                 

De esa tristísima y sangrienta coyuntura histórica hay una impresionante fotografía que es todo un símbolo del terrible fracaso de la política liberal en España. Una fotografía de la cubierta del crucero «Cristóbal Colón» (el mejor de los cuatro que mandamos a Cuba). En esta fotografía se ven perfectamente una torre o casamata del barco desprovista de su artillería pesada de 25 centímetros, la verdaderamente eficaz en el combate. Y, sin embargo, el buque fue enviado así a la batalla, a servir de blanco a los grandes acorazados norteamericanos que montaban cada uno varios cañones de 33 centímetros. El agujero sin pieza del «Cristóbal Colón», asemeja al gigantesco ojo de un cíclope al que ha cegado el torpe Ulises del liberalismo español. El «Cristóbal Colón» fue un púgil que subió al cuadrilátero de la batalla con los brazos amputados. Todo un símbolo de la incapacidad de aquellos gobiernos de Cánovas y Sagasta, que en veinte años fueron incapaces de ver lo que iba a ocurrir en Cuba y Filipinas. (En Filipinas otra pseudoescuadra fue destruída en Cavite por los norteamericanos que también nos hicieron cientos de muertos sin contar ellos ni uno solo).                                                     

-1909.-La España del 98 fue incapaz de regenerarse. El reinado de Alfonso XIII sigue discurriendo sobre el viejo camino del caciquismo, agravado por la crisis de los «partidos». Llegamos a los máximos extremos de nuestra decadencia. Los ingleses nos impiden fortificar las inmediaciones de Gibraltar, y Alfonso XIII, el último eslabón de la cadena de Reyes usurpadores de una dinastía y Monarquía ilegítima, se casa con una inglesa bellísima, pero protestante y hemofílica, que se convierte al catolicismo en Francia, días antes de la boda, para poder reinar.

La llamada cuestión social se agrava en las zonas industriales y en las provincias de los grandes latifundios. Hay huelgas con disturbios y, en el verano de 1909, la «Semana trágica» de Barcelona. Pero aquella sociedad lo aguanta todo. España seguía sin pulso, como había afirmado el 98 uno de sus políticos representativos, el señor Silvela. En Marruecos nos vemos enredados en una oscura y sangrienta guerra de desgaste que dura prácticamente desde 1909 a 1925, y que hay que alimentar con un doble río de sangre y dinero. No tenemos un Ejército profesional para que combata allí, y allí van a morir, como en Cuba, los pobres mozos españoles. La redención en metálico no se suprime hasta 1914, y eso parcialmente, pues para los ricos hay un servicio especial: el de los soldados «de cuota» .

Los últimos años del régimen monárquico-liberal-alfonsino, son especialmente caóticos. Desastre en Marruecos con quince mil bajas en Monte Arruit y Annual. Huelga general revolucionaria en 1917. Sindicatos militares en semi-rebeldía (las famosas «Juntas de Defensa»). Feroces luchas de los sindicatos laborales en Barcelona y otras ciudades con muchos muertos. Asesinato del Arzobispo de Zaragoza. Atentados y atracos a mano armada todos los días …

– 1923.-Como salida a tantos males viene e la dictadura de Primo de Rivera que pega un puntapié, muy merecido, al demoliberalismo y a sus políticos. Es bien acogida. Pacifica Marruecos y lleva a cabo un extenso plan de obras públicas y modernización de la vida. Hace, cómo no, su correspondiente Constitución nonata en 1929. Pero trata de perpetuarse, nombra un gobierno de civiles y crea un partido propio y único: la Unión Patriótica» . Va creándose enemigos. Es incapaz de resolver a fondo la cuestión social y agraria y no se enfrenta con los terratenientes ni los oligarcas. La oposición crece. Hay sublevaciones de artilleros y conspiraciones del más puro estilo decimonónico. En 1930 llega a su máximo desgaste, y Alfonso XIII «borboniza» a Primo de Rivera (hombre bueno y cándido). Y tras un interregno en el que pretende volverse vanamente al constitucionalismo de 1876, la falsa Monarquía usurpadora y liberal, se hunde bajo el peso de sus muchos pecados, y con el pretexto de unas elecciones municipales que en número ganan los monárquicos, y que políticamente aprovechan los republicanos en abril de 1931. Es curioso y representativo de la desconcertante situación española, que sea precisamente una victoria electoral monárquica de ámbito municipal la que trae la República a España.

-1931.- La República construye su inevitable Constitución en 1931, que hace el número doce en 123 años. La República representa una revolución desfasada, que hubiese sido lógica en 1898, pero no en los días del comunismo y el fascismo. Republicanos de izquierda y socialistas forman un bloque que gobierna dos años y fracasa tan rotundamente, que tras una continua sucesión de huelgas, con muchos muertos y feroces represiones, como la de Casas Viejas, pierde las elecciones en noviembre del 33, y da paso a los republicanos centristas de Lerroux, unidos a una amalgama oportunista de ex-monárquicos alfonsinos que se hacen Llamar populistas y acatan el régimen republicano, que era la manera de llegar a las sinecuras del Poder. Les dirige el vaticanista D. José María Gil Robles, hijo del famoso tratadista carlista D. Enrique Gil Robles, ilustre catedrático que había sido Jefe de la Comunión tradicionalista. Este contubernio de viejos republicanos anticlericales y neorepublicanos vaticanistas que gobierna durante otro bienio, constituye otro fracaso absoluto. Marxistas y anarquistas se le sublevan en Asturias y separatistas y sindicalistas en Barcelona; se sofocan las rebeliones a costa de muchos muertos y destrucciones. La República es incapaz de funcionar, igual con las derechas, con las izquierdas o con el centro. En las elecciones de febrero de 1936, el resultado es incierto y discutido y luego muy falseado, y lleva al Poder al grupo republicano socialista, bajo cuyo mando, el caos recuerda el de la primera República. El paro obrero alcanza altísimos niveles; el orden público no existe; las juventudes socialistas, comunistas, anarquistas y separatistas por un lado, y las carlistas y falangistas por otro, se organizan militarmente, desfilan con publicidad, uniformados y hacen maniobras. Hay fotografías reveladoras de todo esto. Desfiles de «chíbiris» socialistas en los alrededores de Madrid; de «escamots» separatistas en Barcelona; de «requetés» en Andalucía, éstos, incluso, maniobrando con la cooperación de avionetas. La guerra civil se masca en el ambiente. El asesinato de Calvo Sotelo por guardias del Gobierno (no creo que por orden del Gobierno) fue el detonador de la mina que durante varios años se había estado cargando, y que al fin estalló en julio de 1936. Así advino la cuarta gran guerra civil que padeció España a lo largo de un siglo (1833-1939). La contienda costó más de 400.000 muertos.

Los nacionales  ganaron la guerra a los rojos. Pero no hicieron la gran revolución nacional que había impulsado a los jóvenes carlistas y falangistas al empuñar las armas. También al estilo decimonónico de España e Hispanoamérica, Franco, el general vencedor, se erigió en un típico dictador militar, con la aparente cobertura de un estado fascista con algunos nombres y signos externos del carlismo. A su carro triunfal se sumaron políticos procedentes de los viejos partidos y luego jóvenes «listos» y ambiciosos que no habían hecho la guerra pero que querían medrar a toda costa. La otra juventud heroica de la guerra, la que tenía ideales y entusiasmos, fue apartada rigurosamente por Franco, limitada a vegetar viendo el gran fracaso de sus ilusiones. (La historia contemporánea de España había sido sólo eso: una sucesión de frustraciones y fracasos).

J.E Casariego, del libro inédito Las grandes razones históricas del Tradicionalismo español. Tomado de J. E Casariego BIOGRAFIA ANTOLOGICA Y CRITICA DE SU OBRA

Un comentario

  1. Triste, muy triste la historia de España, desde la entrada del liberalismo. La historia de una decadencia y de un estado fallido. El liberalismo impuesto mano militari por las bayonetas de un ejercito repleto de masones, una minoría burguesa vendida al capital extranjero; genero el problema agrario y social, el problema territorial y el religioso a lo largo del siglo XIX, y todas esas contradicciones arrastradas desde la usurpación no podían sino llevar a la confrontacion civil de 1936. El franquismo mero paréntesis conservador nos devolvió finalmente a los mismos parámetros causales del paradigma liberal, y en la actualidad se reproducen los efectos. A mismas causas, semejantes efectos: crisis y disgregación territorial, empobrecimiento general, disolución moral. inestabilidad política y demagógica. Todo ello agravado con la actual crisis demográfica y migratoria (verdadera invasión), colonización cultural y política anglo-sajona y entrega total al Nuevo Orden Mundial globalizado. El problema no se arrastra desde Zapatero, ni desde Sánchez, ni siquiera desde la muerte de Franco y la constitución de 1978. Al contrario el problema real y su origen esta en el liberalismo político, social y económico y en la usurpación de la Legitimidad de origen y ejercicio. Dentro del parlamentarismo no hay solución posible.

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