Publicamos este texto de la web del GRUPO DE ACCIÓN REALISTA de Francia sobre la incompatibilidad entre el régimen republicano y una estructura corporativa de la comunidad social y política. Es importante recordar que en España sufrimos una «República coronada» y no vivimos en una verdadera y  real  monarquía.

POUR UNE MONARCHIE SOCIALE ET CORPORATIVE :

  ¿Por qué defendemos el sistema monárquico como un elemento esencial para la prosperidad del régimen corporativo? ¿No podría el sistema republicano encargarse de esto por sí solo? ¿No proviene el problema de nuestros líderes y no del sistema de gobierno como tal?

La respuesta a estas preguntas legítimas es claramente: ¡NO!

En primer lugar, porque, contrariamente a la creencia popular, en el pasado la monarquía francesa y las clases populares siempre se han llevado bien. Es gracias a la Monarquía que, en la antigua Francia, el régimen corporativo pudo establecerse, perdurar y prosperar. La Monarquía permanece, y esto desde los antiguos griegos como Aristóteles, la coronación de los 3 poderes: la democracia en la comuna, la aristocracia en la provincia con la monarquía en el Estado. La Monarquía tiene en su institución el principio de subsidiariedad, querido por los cristianos, que es la completa autonomía del ciudadano en el sentido griego, por supuesto. Esto significa que todo lo que los ciudadanos pueden y deben gestionar por sí mismos dentro de sus ámbitos de atribución y responsabilidades: familia, profesión, asociaciones, ciudad, municipio, etc., no debe ser gestionado por el Estado. En segundo lugar, la Monarquía está interesada en la reorganización empresarial, única garantía de una verdadera libertad de trabajo. La Monarquía no puede vivir sin libertades corporativas, como las libertades regionales, provinciales y familiares. Sólo sobrevive a condición de protegerlos, así como la república sólo subsiste a condición de sofocarlos, porque el principio que está en la base de la república es la elección; En la base de la monarquía francesa está la herencia. Como el poder republicano es electivo, su existencia está a merced del voto. Para durar, se las arregla para que el voto le sea siempre favorable, haciendo del individuo su deudor. Sin embargo, el individuo sólo se convierte verdaderamente en deudor del poder republicano cuando este poder es el único dispensador de gracias, es decir, cuando para proteger al individuo no existe otra fortaleza que el Estado republicano. Esto no significa que en la Monarquía no existan elecciones, al contrario, pero están libres de parasitismo partidista. Las elecciones, más numerosas en la Monarquía, están ligadas a la vida cotidiana de los franceses, en todo lo que les afecta de cerca: organización de las ciudades, oficios, representantes en los consejos provinciales, impuestos, escuelas, etc.

Por eso una república corporativa es totalmente imposible, porque el corporativismo es, por definición, una descentralización del poder, mientras que la lógica republicana siempre ha sido centralizar el poder (estamos hablando de corporativismo autónomo). El Estado republicano quiere controlarlo todo, ya que se crea mediante elecciones y, por tanto, depende del elector. Por lo tanto, para permanecer en el poder, se asegurará de que los votantes le sean siempre leales. Lo logrará convirtiendo al electorado en un funcionario público, o al menos poniendo una soga al cuello de los votantes. Por eso la República controla las escuelas, los medios de comunicación, falsifica la historia y la información mientras disuelve las familias en individuos para dividir la comunidad y “formatearla” mejor.

Pregúntese por qué animamos a las madres a trabajar fuera de casa, mientras desarrollamos guarderías, en lugar de ofrecerles la posibilidad de elegir el horario, de permitirles obtener un salario maternal con la jubilación asociada, o incluso trabajar según su elección. ¿20, 30, 50, 80% de tu tiempo? Esto es parte del escándalo de nuestro tiempo donde las mujeres, bajo el pretexto de la igualdad, 

son al final incluso menos libres que los hombres, aunque es ella quien mantiene viva la comunidad…
En definitiva, ¿el elector solicita un lugar para un amigo o para él mismo? Sólo el Estado puede proporcionarlo; ¿Quiere un alivio, una pensión asistencial, una jubilación? Es el Estado quien posee el fondo. El resultado es que ya no es el gobierno el que depende del votante, sino el votante quien depende del gobierno. En resumen, el régimen republicano sólo puede mantenerse a condición de apoderarse de las atribuciones que son enteramente responsabilidad de las corporaciones. El régimen republicano supone que el Estado es el proveedor necesario de plazas y sinecuras de todo tipo. ¿No es obvio que si la república dejara en manos de las corporaciones la organización de seguros y serviciosde asistencia para sus miembros, los ciudadanos ya no serían deudores del gobierno?

La República, ya muy gastada hoy, se ha quedado sin ideas, está intentando crear un sexto fracaso, por falta de cosas nuevas. Francia se asfixia con una administración descontrolada y opresiva, con una fiscalidad peor que cualquier cosa que la humanidad haya conocido, incapaz de renovarse y de reconocer sus errores y genocidios (Vendée 1793, deportación del País Vasco, etc.). Esta república, vendida al globalismo, está conduciendo a su pueblo hacia la esclavitud, cuyos individuos se convertirán en números que podrán ser reubicados a voluntad, algo que ya denunciaron en su tiempo Proudhon y más tarde Bernanos:
¡Oh Rey!… Así que deja a estos banqueros codiciosos; Estos abogados contendientes, estos innobles burgueses, estos escritores infames, estos nobles marchitos, toda esta gente, Señor, os odian y todavía os apoyan sólo porque os tienen miedo. Completar la obra de nuestros reyes, aplastar la aristocracia y el privilegio, conspirar con estos proletarios fieles, con el pueblo que es el único que sabe honrar a un soberano, y gritar con franqueza: ¡Viva el Rey! » (Proudhon, Carta a Blanqui)

– ¿Qué han hecho nuestros republicanos con esta Francia rica, con sus provincias, culturas y paisajes?
– ¿Han protegido a nuestros hijos del tráfico de laboratorios farmacéuticos cuyo negocio de la salud incrementa ganancias escandalosas?
– ¿Defienden a nuestras abejas moribundas, mientras dejamos que las multinacionales gestionen la insoportable contaminación de nuestro suelo?Por el contrario, la Monarquía, por ser hereditaria, no está obligada, para durar, a hacer del ciudadano deudor del Estado. Las razones que obligan a la república a reprimir las libertades corporativas no existen para ella. Por tanto, no interfiere con estas libertades. ¿Ella los favorece? Sí, debe favorecerlos, debe hacerlo mediante políticas.Esto es lo que escribió un gran ministro de la restauración, Joseph de Villèle:

La Monarquía puede, sin peligro, y debe por política, permitir que los ciudadanos se agrupen en torno a sus intereses comunes para combinar los medios que más probablemente garanticen su protección. Así deben establecerse los consejos de administraciones secundarias, órganos municipales, cámaras de comercio, de hombres de derecho, de hombres de letras, de corporaciones de todo tipo.»
-Joseph de Villèle – “Cámara de Diputados. Opinión del Sr. de Villèle,… sobre el proyecto de ley relativo a las elecciones (28 de diciembre de 1816)”
– p12 ¿Quién no ve, por otra parte, que estas corporaciones liberan al poder real de una multitud de atribuciones secundarias y le permiten dedicarse más libremente a sus propias funciones, que son: la tutela de los intereses generales de la nación, la representación diplomática, defensa, justicia y orden público, grandes normas de protección (salud por ejemplo), energía, etc. El régimen corporativo ofrece así a la Monarquía su base más segura. ¿Deberíamos concluir de lo anterior que desde el día en que Francia entra en la monarquía, la cuestión social queda resuelta? Semejante conclusión sería absurda. No existe un régimen ideal, sino sólo instituciones que promueven las libertades, en resumen, que crean el bien y el florecimiento de las personas en su búsqueda de elevación. Hay que decirlo: desde el día en que Francia es monárquica, la reforma social es posible; nunca lo es en una república. No es así en la Francia democrática, pero lo es en la medida en que la Monarquía está descentralizada, en la medida en que la Monarquía está igualmente alejada del absolutismo y del parlamentarismo, es decir, en la medida en que es corporativa.

     La Monarquía Corporativa se limitará a hacer del trabajador un profesional, es decir un conocedor, un comerciante, un propietario, como los médicos, las parteras, los abogados y los notarios. Es un conocedor, un hombre profesional al que ella llama para ejercer tal o cual función pública; es un conocedor, un profesional al que ella sitúa al frente del Estado. El Rey es un especialista, un profesional, porque desde joven está iniciado en todos los detalles de la profesión que algún día deberá ejercer. ¡Es, por tanto, mucho más capaz de gobernar que todos los políticos de los partidos políticos de la república!

​   Lo que hace del rey un hombre más capaz de gobernar es precisamente la herencia dinástica, que es un aprendizaje perpetuo de la función real. Por qué eso ? Simplemente porque la herencia dinástica vincula el destino del Rey a la fortuna del Estado. Seguro de dejar la administración del bien nacional a su hijo, el Rey siente que por la fuerza de las circunstancias su interés particular se fusiona con el del país; le interesa, pues, la prosperidad pública como el agricultor se interesa por el buen cultivo de su campo, el industrial por el desarrollo de su industria, el padre por la de su familia… etc. Ansiosos por ofrecer, en estos tiempos de confusión, algunos remedios que conduzcan a esta reflexión sobre nuestras instituciones. Es con un espíritu crítico, alimentado por la investigación histórica e institucional y por el empirismo, que nuestras conclusiones se dirigen hacia esta luz dormida en lo profundo de nuestras almas, para ver mañana, a nuestros hijos sonriendo, en los campos de trigo, en los bordes de los jardines con lirios encontrados, ¡llegará nuestro día!

P-P Blancher y Frédéric Winkler

https://www.actionroyaliste.fr/pour-une-monarchie-sociale-et-corporative/#more-4826

7 comentarios

  1. La monarquía es un sistema que hunde sus fundamentos en la estructura sacral y familiar de toda comunidad humana, y que está radicada en la historia y en la tradición de los pueblos; poder personal y por tanto visible y responsable, frente a los poderes ocultos de las plutocracias. Es realmente el ÚNICO sistema capaz de federar territorios y corporaciones, es el régimen social por excelencia. Por estar por encima de la opinión electoral y de los grupos financieros puede hacer frente como nadie al Poder del Dinero.

  2. León XIII, al inicio de la Rerum novarum dice que la abolición de las corporaciones es la causa principal del surgimiento de la cuestión social y Pío XI en la Encíclica Quadragesimo anno reafirma la importancia de las autonomías sociales y del principio de subsidiariedad. Pio XII recordó que la parte principal de este documento es “la idea del orden corporativo profesional de toda la economía”.

  3. «El monarca conserva los honores, las apariencias y oficialmente el rango social de la antigua realeza; pero, en realidad, no es más que el remate heráldico de la nueva oligarquía. De modo que, sintetizando, podría decirse que el poder constituido en España es, no una monarquía, sino una poliarquía oligárquica y alternativa, exornada con las apariencias heráldicas de la realeza antigua»

    Juan Vázquez de Mella.

  4. La Comunión Tradicionalista hizo una gran labor en este sentido durante la Cruzada Española de 1936 para que el nuevo Estado surgido del Alzamiento fuese corporativo, amparado en las enseñanzas del Evangelio y enfocado en una futura restauración de la Monarquía tradicional en España.

    Citando a Fal Conde en una entrevista concedida a «Giornale D’Italia» en noviembre de 1936 sobre el programa social de la Comunión Tradicionalista a través de la Obra nacional corporativa dice:

    «La España futura que saldrá redimida de este baño de sangre será católica, regionalista, corporativista, antidemocrática, antiliberal y naturalmente monárquica.»

    Apenas iniciada la organización de la Obra nacional corporativa acudieron a inscribirse a ella millares y millares de obreros de toda España, así como la Confederación Española de Sindicatos Obreros (C.E.S.O.), que antes del Alzamiento contaba con 500.000 afiliados repartidos en 3.000 sindicatos. La Obra nacional corporativa era antipartidista, lo cual incluía un profundo rechazo al régimen de partido único de la FET-JONS que no miraba por el bien común auténtico sino por los intereses heterogéneos de una minoría partidista, y traicionaba los principios básicos del Alzamiento donde el General Sanjurjo dejaba claro en su última carta a Mola que «es necesario que cesen las actividades de los partidos políticos». Al igual que todas las organizaciones del Carlismo, la Obra nacional corporativa acabaría siendo desmantelada por el General Franco.

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